Empresas como Google, Microsoft, Amazon, Meta y OpenAI están fortaleciendo su relación con el sector militar estadounidense, marcando un cambio respecto a años anteriores, cuando evitaban cualquier asociación pública con la defensa.

El impulso definitivo ha sido el retorno de Donald Trump a la presidencia de EE. UU., quien ha anunciado una inversión de un billón de dólares en 2026 para modernizar las Fuerzas Armadas mediante inteligencia artificial (IA). Esta política ha generado contratos por hasta 200 millones de dólares para compañías como OpenAI, Google, Anthropic y xAI.

Al mismo tiempo, el Ejército ha creado el Cuerpo Ejecutivo de Innovación, nombrando como tenientes coroneles en la reserva a ejecutivos de alto nivel como Andrew Bosworth (Meta), Kevin Weil (OpenAI), Shyam Sankar (Palantir) y Bob McGrew (ex OpenAI y Palantir), con el objetivo de fusionar innovación tecnológica con experiencia militar.

En paralelo, algunas empresas han modificado sus políticas internas para facilitar su entrada en el sector. En enero de 2024, OpenAI eliminó su prohibición de uso militar y firmó contratos con el Departamento de Defensa. Google, por su parte, quitó en febrero una cláusula que le impedía desarrollar armas o sistemas de vigilancia masiva.

Microsoft ha vendido tecnología de IA al ejército israelí, y Meta autorizó que sus modelos sean utilizados por contratistas militares como Lockheed Martin y Booz Allen. Además, trabaja junto a Anduril en el desarrollo de gafas de realidad aumentada para soldados.

La relatora especial de la ONU, Francesca Albanese, denunció que empresas como IBM, Amazon, Microsoft y Google participan en lo que denominó una “economía del genocidio” al proporcionar tecnologías de vigilancia al ejército israelí. Como consecuencia, fue sancionada por EE. UU.

Las protestas internas también han crecido. En abril de 2024, 28 empleados de Google fueron despedidos por manifestarse contra el contrato con Israel conocido como Proyecto Nimbus, valorado en 1.200 millones de dólares. En 2025, Microsoft despidió a dos trabajadores por criticar el suministro de IA al ejército israelí.

Expertos advierten que permitir a las grandes tecnológicas manejar asuntos de seguridad nacional sin los controles militares tradicionales puede representar riesgos de ciberseguridad. La investigadora Heidy Khlaaf afirma que estos sistemas pueden ser manipulados mediante el “envenenamiento” de datos y denuncia que las empresas utilizan el argumento de la seguridad nacional para evitar regulaciones y concentrar poder.

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