La guerra comercial entre China y EE. UU. se intensifica con la entrada en vigor de nuevos aranceles chinos sobre productos agroalimentarios estadounidenses valorados en 21.000 millones de dólares. Esta medida es la respuesta de Pekín a la última ronda de gravámenes impuesta por la administración de Donald Trump, que ha elevado las tarifas a todas las importaciones chinas hasta un 20%.

La estrategia de China ha sido selectiva y moderada, lo que algunos analistas ven como una señal de disposición al diálogo. Sin embargo, las tensiones siguen en aumento y aún no se ha producido una conversación entre Trump y Xi Jinping que alivie la situación. Mientras tanto, el ministro de Exteriores chino ha acusado a EE. UU. de tener una política con “dos caras”.

Los aranceles chinos afectan especialmente al sector agrícola, con un 15% adicional para productos como pollo, trigo y algodón, y un 10% para la soja, carne y lácteos. Además, Pekín ha tomado otras medidas: restricción de exportaciones a 15 empresas estadounidenses de defensa, investigación antimonopolio contra Google, y limitación de minerales críticos clave para la producción tecnológica.

China ha denunciado estas sanciones ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) y considera que EE. UU. está usando el comercio como un arma política. Un portavoz chino advirtió que están listos para enfrentar a EE. UU. “hasta el final”, ya sea en una guerra de aranceles o en cualquier otro ámbito.

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